viernes, 5 de mayo de 2017

LA SÉPTIMA FUNCIÓN DEL LENGUAJE. Laurent Binet

-¿Astracanada de alta cultura?.-
Portada del libro La séptima función del lenguaje, de Laurent Binet
Edición en español (2016)

Género. Novela.

Lo que nos cuenta. En el libro La séptima función del lenguaje (publicación original: La septième fonction du langage2015), el crítico Roland Barthes es atropellado por una furgoneta y morirá unas semanas después. Los servicios secretos franceses, debido a que antes del atropello había almorzado con el candidato a la presidencia Mitterrand, ponen al comisario Jacques Bayard a investigar potenciales relaciones entre el suceso y el candidato. Bayard pronto se da cuenta de que su formación y sesgo no ayudarán nada a la hora de interrogar y entrevistarse con el entorno de Barthes ni a entender mucho de lo escucha, por lo que terminará recurriendo al profesor ayudante Simon Herzog, con un perfil totalmente opuesto en casi todos los sentidos, para que colabore en su trabajo.

Mi opinión. Comedia disparatada "de detectives", pero con humor construido a partir, por, para y desde conceptos reales, serios, políticos, culturales y filosóficos, por citar algunos, hasta canónicos en muchas cosas, lo que ya la convierte en una rara avis, pero que son retorcidos hasta mezclarse con la parte de ficción que permite que la novela sea concebida y se ponga en marcha, de ritmo muy bueno que, por culpa de que el concepto y la trama se estiran, termina por parecer retenido, que en ocasiones parece ofrecer variaciones sostenidas sobre los mismos temas cambiando el protagonista del chiste, interesante, atractiva y que, al menos en mi opinión, hubiera sido mucho más redonda y llamativa con unas cuantas páginas menos.

Destacado. Lo poco, gusta, y lo mucho, cansa.

Potenciales Evocados. HHhH por aquello de la mezcla de géneros, pero llevado a un decorado distinto por completo, con Quijotes y Sanchos intercambiados con Sherlocks y Watsons en medio de duelos al sol entre corrientes de pensamiento cuyos famosos y reales protagonistas están tan dislocados que, a veces, parecen salidos de La conjura de los necios.

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