Género. Relatos.
Lo que nos cuenta. El libro Fantasías (publicación original: 1989) es un antología de relatos, seleccionados por el
competente Terry Carr, elegidos en la edición española entre los trabajos incluidos
en Fantasy Annual de 1979, 1980, 1981 y 1982 que, a su vez, recopiló Carr entre lo
publicado en distintas revistas y libros, que se aproximan a “lo fantástico” de
distintas formas y que nos llevarán a conocer, entre otros, un pueblo donde no
se cuentan historias, un pistolero tras una amenaza sobrenatural, un intercambio
secreto de cartas, sombras entre el pasado geológico y un niño de diez años que
despierta en el cuerpo de un adulto, entre otros temas.
Mi opinión/Destacado/Potenciales Evocados.
- Correo para
el cartero (Robert Aickman, 1980): La casa del lago en versión agridulce y de
más alcance, que alarga un poco de más la idea y de factura técnica
impecable, algo que es común a la globalidad de los relatos de esta antología.
- El niño del
caballo blanco (Greg Bear, 1979): vertiente poco conocida (y poco explotada)
de un autor que se ha movido mucho más en ciencia ficción, con una prosa rica y cálida (a niveles inesperados, aclaro), que critica intolerancias y homenajea a los narradores.
- Las cosas
que son dioses (John Brunner, 1979): el espíritu de Ángela Gorodischer que flota sobre
ambientes de Jack Vance o incluso de Roger Zelazny, un trabajo que, aunque habla de seres más allá del
tiempo y la realidad del hombre, trata de asuntos muy humanos.
- Estratos
(Edward Bryant, 1980): trabajo que habla sobre cuánto nos afecta el pasado, sea
vivencial o sobrenatural, de buen ritmo, con mucho recoveco y curioso en sus
resultados.
- El adulto
(Thomas M. Disch, 1981): breve, duro a su manera y ni más ni menos que la
versión de la película Big que podría ofrecer Cronenberg.
- La dama de
blanco (Stephen R. Donaldson, 1978): relato de fantasía al uso, pero con detalles
aquí y allá que tratan de diferenciarlo del (sub)género, sin mucho éxito en el intento en mi
opinión.
- El pistolero
(Stephen King, 1978): relato que más tarde se convirtió en el comienzo,
literalmente y sin cambiar una coma, del primer volumen de la saga La torre oscura, de atractivo extraño y ambientes pesados, y que Carr define con mucho
acierto como “de pistola y brujería”.
- Espíritus de
selenio de mil ochocientos setenta (R. A. Lafferty, 1978): rareza deliciosa
(como casi todo lo que tuvo que ver con Lafferty) que toma un concepto de
televisión Steampunk para convertirlo en un delicada trama con mucho de Stanislaw Lem, pero más sensible si cabe, y que podría haber sido inspiración, quién sabe, de
algún trabajo de Kelly Link.
- No mires
atrás (Pat Murphy, 1980): trama muy femenina, sobre todo en el malvado y educado manejo de las relaciones personales, que demuestra que el pasado nos
influye de muchas maneras.
- La confesión
de Hamo (Mary C. Pangborn, 1980): magia de un tipo particular, pero magia, en
el Medievo y en ambientes de pícaros inteligentes.
- El viaje de
Lincoy (Jessica Amanda Salmonson, 1981): relato que a veces parece fábula, pero
no lo es, de ritmo suave y lento en ambientaciones orientales.
- Dinosaurios
en Broadway (Tony Sarowitz, 1981): trabajo que se acerca al desapego, a las
malas rachas y a las crisis personales desde un planteamiento nada común.
- Los habituales (Robert Silverberg, 1981): relato bastante breve con un concepto que pudo inspirar un rumbo de trama del Sandman de Neil Gaiman, pero aderezado con referencias históricas.