-Antología conceptualmente interesante y con
contenidos irregulares.-
Lo que nos cuenta.
El gran libro del terror (publicación original: The Dark Descent, 1987) es una antología de relatos seleccionados por David Hartwell, responsable también
de la introducción en la que defiende la tesis de que la evolución del terror
en la literatura puede llevar a diferenciar tres tipos de corrientes: una que a
través de lo sobrenatural trata de proponer alegorías morales, otra que se basa
en perturbaciones de la psique y metáforas del mal, y por último otra que juega
con lo que es real (o no) trabajando la ambigüedad. La antología presenta
ejemplos ilustrativos de dicha tesis, muy diferentes entre sí en cuanto a
estilos, época y potencia propia.
Mi opinión/Destacado/Potenciales Evocados.
- El brazo (Stephen King, 1981): publicada en un comienzo con otro nombre, ofrece un repaso sensible poco habitual en el autor sobre diferencias, distancias y separaciones bajo el manto de una trama de fantasmas que podría ser, siendo muy amplios, una versión más amable de La niebla.
- Rosa
de la noche (John Collier, 1940): escrito en forma de diario, trabajo breve,
interesante y rápido de leer, a pesar de lo muy abierto que está a
interpretaciones y visiones diferentes (muchas, de verdad) a partir de lo que
sucede en unos grandes almacenes cuando se cierran las puertas.
- El fresno (M. R. James, 1904): trabajo breve que ofrece una visión convencional de los
fantasmas que traen pasados pendientes de vuelta a nosotros, muy clásico en las
formas ajustadas a su tiempo.
- La nueva madre
(Lucy Clifford, 1882): otro trabajo muy breve que se aproxima mucho al cuento
de miedo para niños o la fábula de terror, aunque con algo de trasfondo (más
actual y necesario ahora que cuando se escribió, por mucho que parezca extraño, pero así son las
cosas muchas veces).
- La llamada de
Cthulhu (H. P. Lovecraft, 1928): trabajo muy importante en la producción del autor
y en el devenir del género en los siguientes años. Si conocen a alguien que
dice ser gran aficionado a la literatura de horror y no se ha leído este
relato, desconfíen.
- Los veraneantes
(Shirley Jackson, 1950): trabajo corto, escrito por la talentosa (y no reconocida ni reivindicada tanto como merecería) autora, tan bien desarrollado que
puede parecer una trama insulsa si no se presta la atención debida a la
sutileza que desborda.
- El gemido de
los perros apaleados (Harlan Ellison, 1973): trabajo incómodo y desasosegante
sobre el miedo y la indiferencia, incluso antes y por encima de cualquier
elemento sobrenatural, además de un ejemplo de lo mucho que afectó a diferentes
personas el asesinato de Kitty Genovese (a Rosarsch/Kovacs, por ejemplo,
también).
- La multitud
(Ray Bradbury, 1943): fondo clásico sobre hechuras casi tan actuales cuando se
escribió como ahora, y del que no se deben dar muchos datos para no estropear
la lectura, así que disculpen mi parquedad al respecto.
- La boda de John
Charrington (Edith Nesbit, 1891): trabajo breve bien escrito, pero anticuado en
todos los sentidos, hecho que su belleza formal puede salvar en cierta medida, aunque no nos hace olvidar otros muchos relatos sobre el mismo concepto.
- El expreso de
Belsen (Fritz Leiber, 1975): relato premiado del multifacético
escritor que ofrece horror más psicológico que sobrenatural (aunque algo hay)
basándose en eventos de nuestra historia.
- Suyo
afectísimo, Jack “el Destripador” (Robert Bloch, 1943): entretenido trabajo
aunque estirando un poco de más su idea de base, agradable de leer e irónico desde lo "malvado".
- Las espadas
(Robert Aickman, 1969): famoso relato que, usando temas poco comunes cuando se
mezclan, ofrece algo muy incómodo que no es exactamente terror, pero sí inquieta.
- Las cucarachas
(Thomas M. Disch, 1965): relato breve de formas que bordean el humor negro y el
único trabajo de la antología muy cercano al Weird fantástico.
- Segmento
brillante (Theodore Sturgeon, 1955): horror “realista” que nos hace pensar en
El coleccionista con discapacidades cognitivas.
- Terror (Clive Barker, 1984): trabajo bastante representativo de lo más destacado de la
producción del autor, aunque en esta ocasión hace mucho más hincapié de lo habitual
en él a la hora de combinar el horror más físico y hemoglobínico con el
psicológico.
- El mono
(Stephen King, 1980): trabajo sencillo con puntos en común con El caballo balancín, pero sin dedicarse a reflejar tanto las malsanas atmósferas familiares
y buscando más el efectismo.
- Tras las
murallas de Tiro (Michael Bishop, 1978): trabajo que mete detalles poco
habituales en una estructura narrativa común para hablar de lo que el amor
puede llegar a producir.
- Las ratas en
las paredes (H. P. Lovecraft, 1924): otro trabajo muy conocido del autor, que
también sirve para exponer buena parte de las propuestas del mismo y de las
tendencias que generó y que han alcanzado nuestros días con frescura.
- Una rosa para
Emily (William Faulkner, 1930): clásico, sobrio, agradable de leer y sin
sorpresas para tratar el tema de lo sobrenatural desde la perspectiva post mortem.
- Nacido de
hombre y mujer (Richard Matheson, 1950): trabajo brevísimo, que mezcla la
infancia y lo monstruoso de forma explícita y con éxito.
- Mi querida
Emily (Joanna Russ, 1962): revisión del mito del vampiro con hechuras góticas
algo modernizadas a través de escenas archiconocidas en el asunto.
- Tres días
(Tanith Lee, 1984): otro relato que, como el anterior, evita las tendencias
contemporáneas en su momento y prefiere trabajar lo retro para ofrecer una
trama más de misterio que de horror propiamente dicho.
- Mackintosh
Willy (Ramsey Campbell, 1979): trabajo interesante del autor que mezcla
matonismo, amor adolescente y tragedia en un relato muy rápido de leer que me
recuerda a La ciénaga, aunque no sabría decir la razón exacta.
- Crouch End
(Stephen King, 1980): curioso y cariñoso homenaje del autor a Lovecraft
(directo e indirecto), muy rápido de leer y con un tono algo diferente a lo
habitual en King.
- Nocturno (Joyce Carol Oates, 1977): relato impecable en lo formal que juega con lo clásico y lo
contemporáneo para su tiempo, muy bien escrito y que podría ser una versión
base de ideas de Red lights.
- ¿Qué era
aquello? (Fitz James O´Brien, 1859): relato híbrido, o más bien deberíamos
decir puente, entre las tendencias de las dos mitades del siglo XIX en el
género, tanto en lo formal como respecto
a los contenidos.
- El hermoso
desconocido (Shirley Jackson, 1968): breve, directo y entretenido desde el
valor que la autora le da a ese concepto para ofrecer una versión más inquietante
de Ghost.
- Esa maldita
cosa (Ambrose Bierce, 1893): curiosidad para la época porque hizo algo parecido
a ciencia ficción con tonos de horror y, como he leído hace poco por ahí (la
observación no es mía, pero la comparto) igual hasta se adelantó
al Hard a su manera (como podía y sin saberlo, claro).
- Después (Edith Wharton, 1910): trabajo muy adelantado en lo técnico a lo más común en su
tiempo, tanto por los saltos temporales en la narración (y encima, a través de
reflexiones muchas veces) como por el cuidado en las motivaciones de los
personajes, que refuerzan muchísimo una trama sencilla.
- La hostería
(Robert Aickman, 1975): trabajo sólido aunque algo extraño que consigue incluir
en el formato relato y encima de horror (o más bien desasosiego) detalles de
New Wave tardía que son rarísimos de ver (o al menos yo no los he
visto casi nunca).