miércoles, 21 de mayo de 2014

EL GRAN LIBRO DEL TERROR. Varios autores

-Antología conceptualmente interesante y con contenidos irregulares.-

Portada del libro El gran libro del terror, de varios autores
Edición en español (1989)
Género. Relatos.

Lo que nos cuenta. El gran libro del terror (publicación original: The Dark Descent, 1987) es una antología de relatos seleccionados por David Hartwell, responsable también de la introducción en la que defiende la tesis de que la evolución del terror en la literatura puede llevar a diferenciar tres tipos de corrientes: una que a través de lo sobrenatural trata de proponer alegorías morales, otra que se basa en perturbaciones de la psique y metáforas del mal, y por último otra que juega con lo que es real (o no) trabajando la ambigüedad. La antología presenta ejemplos ilustrativos de dicha tesis, muy diferentes entre sí en cuanto a estilos, época y potencia propia.

Mi opinión/Destacado/Potenciales Evocados.

    - El brazo (Stephen King, 1981): publicada en un comienzo con otro nombre, ofrece un repaso sensible poco habitual en el autor sobre diferencias, distancias y separaciones bajo el manto de una trama de fantasmas que podría ser, siendo muy amplios, una versión más amable de La niebla.

         - Rosa de la noche (John Collier, 1940): escrito en forma de diario, trabajo breve, interesante y rápido de leer, a pesar de lo muy abierto que está a interpretaciones y visiones diferentes (muchas, de verdad) a partir de lo que sucede en unos grandes almacenes cuando se cierran las puertas.

        - El fresno (M. R. James, 1904): trabajo breve que ofrece una visión convencional de los fantasmas que traen pasados pendientes de vuelta a nosotros, muy clásico en las formas ajustadas a su tiempo.
         - La nueva madre (Lucy Clifford, 1882): otro trabajo muy breve que se aproxima mucho al cuento de miedo para niños o la fábula de terror, aunque con algo de trasfondo (más actual y necesario ahora que cuando se escribió, por mucho que parezca extraño, pero así son las cosas muchas veces).  
       - La llamada de Cthulhu (H. P. Lovecraft, 1928): trabajo muy importante en la producción del autor y en el devenir del género en los siguientes años. Si conocen a alguien que dice ser gran aficionado a la literatura de horror y no se ha leído este relato, desconfíen.
         - Los veraneantes (Shirley Jackson, 1950): trabajo corto, escrito por la talentosa (y no reconocida ni reivindicada tanto como merecería) autora, tan bien desarrollado que puede parecer una trama insulsa si no se presta la atención debida a la sutileza que desborda.
       - El gemido de los perros apaleados (Harlan Ellison, 1973): trabajo incómodo y desasosegante sobre el miedo y la indiferencia, incluso antes y por encima de cualquier elemento sobrenatural, además de un ejemplo de lo mucho que afectó a diferentes personas el asesinato de Kitty Genovese (a Rosarsch/Kovacs, por ejemplo, también).
       - La multitud (Ray Bradbury, 1943): fondo clásico sobre hechuras casi tan actuales cuando se escribió como ahora, y del que no se deben dar muchos datos para no estropear la lectura, así que disculpen mi parquedad al respecto.
       - La boda de John Charrington (Edith Nesbit, 1891): trabajo breve bien escrito, pero anticuado en todos los sentidos, hecho que su belleza formal puede salvar en cierta medida, aunque no nos hace olvidar otros muchos relatos sobre el mismo concepto.
       - El expreso de Belsen (Fritz Leiber, 1975): relato premiado del multifacético escritor que ofrece horror más psicológico que sobrenatural (aunque algo hay) basándose en eventos de nuestra historia.
         - Suyo afectísimo, Jack “el Destripador” (Robert Bloch, 1943): entretenido trabajo aunque estirando un poco de más su idea de base, agradable de leer e irónico desde lo "malvado".
          - Las espadas (Robert Aickman, 1969): famoso relato que, usando temas poco comunes cuando se mezclan, ofrece algo muy incómodo que no es exactamente terror, pero sí inquieta.
         - Las cucarachas (Thomas M. Disch, 1965): relato breve de formas que bordean el humor negro y el único trabajo de la antología muy cercano al Weird fantástico.
        - Segmento brillante (Theodore Sturgeon, 1955): horror “realista” que nos hace pensar en El coleccionista con discapacidades cognitivas.
         - Terror (Clive Barker, 1984): trabajo bastante representativo de lo más destacado de la producción del autor, aunque en esta ocasión hace mucho más hincapié de lo habitual en él a la hora de combinar el horror más físico y hemoglobínico con el psicológico.
      - El mono (Stephen King, 1980): trabajo sencillo con puntos en común con El caballo balancín, pero sin dedicarse a reflejar tanto las malsanas atmósferas familiares y buscando más el efectismo.
        - Tras las murallas de Tiro (Michael Bishop, 1978): trabajo que mete detalles poco habituales en una estructura narrativa común para hablar de lo que el amor puede llegar a producir.
         - Las ratas en las paredes (H. P. Lovecraft, 1924): otro trabajo muy conocido del autor, que también sirve para exponer buena parte de las propuestas del mismo y de las tendencias que generó y que han alcanzado nuestros días con frescura.
         - Una rosa para Emily (William Faulkner, 1930): clásico, sobrio, agradable de leer y sin sorpresas para tratar el tema de lo sobrenatural desde la perspectiva post mortem.
         - Nacido de hombre y mujer (Richard Matheson, 1950): trabajo brevísimo, que mezcla la infancia y lo monstruoso de forma explícita y con éxito.
       - Mi querida Emily (Joanna Russ, 1962): revisión del mito del vampiro con hechuras góticas algo modernizadas a través de escenas archiconocidas en el asunto.
       - Tres días (Tanith Lee, 1984): otro relato que, como el anterior, evita las tendencias contemporáneas en su momento y prefiere trabajar lo retro para ofrecer una trama más de misterio que de horror propiamente dicho.
          - Mackintosh Willy (Ramsey Campbell, 1979): trabajo interesante del autor que mezcla matonismo, amor adolescente y tragedia en un relato muy rápido de leer que me recuerda a La ciénaga, aunque no sabría decir la razón exacta.
         - Crouch End (Stephen King, 1980): curioso y cariñoso homenaje del autor a Lovecraft (directo e indirecto), muy rápido de leer y con un tono algo diferente a lo habitual en King.
        - Nocturno (Joyce Carol Oates, 1977): relato impecable en lo formal que juega con lo clásico y lo contemporáneo para su tiempo, muy bien escrito y que podría ser una versión base de ideas de Red lights.
         - ¿Qué era aquello? (Fitz James O´Brien, 1859): relato híbrido, o más bien deberíamos decir puente, entre las tendencias de las dos mitades del siglo XIX en el género, tanto en lo formal como respecto a los contenidos.
         - El hermoso desconocido (Shirley Jackson, 1968): breve, directo y entretenido desde el valor que la autora le da a ese concepto para ofrecer una versión más inquietante de Ghost.
         - Esa maldita cosa (Ambrose Bierce, 1893): curiosidad para la época porque hizo algo parecido a ciencia ficción con tonos de horror y, como he leído hace poco por ahí (la observación no es mía, pero la comparto) igual hasta se adelantó al Hard a su manera (como podía y sin saberlo, claro).
       - Después (Edith Wharton, 1910): trabajo muy adelantado en lo técnico a lo más común en su tiempo, tanto por los saltos temporales en la narración (y encima, a través de reflexiones muchas veces) como por el cuidado en las motivaciones de los personajes, que refuerzan muchísimo una trama sencilla.
       - La hostería (Robert Aickman, 1975): trabajo sólido aunque algo extraño que consigue incluir en el formato relato y encima de horror (o más bien desasosiego) detalles de New Wave tardía que son rarísimos de ver (o al menos yo no los he visto casi nunca).

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