martes, 14 de abril de 2020

ENCIENDE PRIMERO, RESPIRA DESPUÉS. Javier Trescuadras


-Ambiente malsano muy logrado, y no solo el físico del escenario.-

Portada del libro Enciende primero, respira después, de Javier Trescuadras
Edición en español (2017)
Género. Novela corta.

Lo que nos cuenta. El libro Enciende primero, respira después (publicación original: 2011) nos presenta a Román Viniegra, propietario de un edificio. Román heredó de su padre un viejo hostal que después vendió para adquirir un inmueble de cinco pisos en no muy buen estado; tras una mínima remodelación, comenzó a alquilar los apartamentos (menos el quinto piso, reservado para él mismo) y ganó un buen dinero que, además, supo invertir. Pero los inquilinos comenzaron a quejarse de ruidos extraños, olores nauseabundos y presencias inquietantes, por lo que abandonaron el Edificio Viniegra y Román comenzó una nueva práctica: alquilarlo a personas necesitadas con problemas económicos, un tipo de gente de la que Román abusa en cuanto no pueden pagar.

Mi opinión. Relato publicado originalmente en la colección Calabazas en el trastero dentro del volumen Día de difuntos (antología de la que ya hablaremos en este blog más adelante) y que ganó el correspondiente Premio Nosferatu, pero ampliado en esta edición hasta novela corta, que maneja muy bien el horror y casi mejor el que no es estrictamente sobrenatural porque apela a temas, circunstancias y situaciones que, por sobrenaturales que terminen siendo, antes tienen una consistencia completamente cercana y real que llega con facilidad a los lectores (al menos, a este lector), de ritmo constante y muy apropiado al despliegue de la trama, hasta ofrecer un trabajo bastante sólido e interesante.

Destacado. La construcción del personaje principal, sus circunstancias, psique y comportamiento, que permite crear puentes entre el lector y un protagonista tan miserable.

Potenciales Evocados. Manejo de recursos sociopersonales a lo Henry James en cuanto al cuidado, pero totalmente actualizados hasta la realidad contemporánea y (todavía) más incómodos, junto a tonos que me recuerdan a las atmósferas pesadas de Casa ocupada, de Javier Vivancos.

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