martes, 19 de junio de 2018

RITUAL DE MUERTE. Warren Ellis



-Entretenido e insatisfactorio, a partes iguales.-
 
Género. Novela.

Lo que nos cuenta. En el libro Ritual de muerte (publicación original: Gun Machine, 2012), y durante una intervención de rutina tras una llamada al departamento de emergencias de la policía de Nueva York, el inspector John Tallow ve morir a su compañero antes de abatir al sospechoso armado. Después del tiroteo, y al echar un vistazo tras la pared de un apartamento atravesada por uno de los disparos de la escopeta del criminal, descubren lo que parece un lugar de culto repleto de armas de toda clase y calibre. Cuando empiezan a conectar esas armas a crímenes sin resolver, Tallow sabe que no se trata de un caso normal.

Mi opinión. Novela thriller noir que, teniendo en cuenta quién lo escribe, genera en todo momento (si lo hace hasta el final es algo que tendrán que averiguar ustedes por su cuenta, estimados lectores, para no hacer spoilers por mi cuenta) la sensación de que lo sobrenatural está presente, y además de por su autor lo hace por varios recursos más de la trama, de ritmo estable y trotón, con unos personajes raros con los que resulta muy difícil empatizar aunque funcionen bien en el entramado que propone Ellis (con la excepción de uno de ellos, sigan leyendo más abajo), sin demasiados cohetes ni florituras en formas y estilo (aunque este último es muy urbano y desencantado, como corresponde a la novela), muy rápida de leer y que, dentro de su solvencia en términos generales, deja la sensación de que ofrece menos de lo que el escritor podría entregar (es que Ellis, al menos como guionista, es mucho Ellis).

Destacado. El antagonista principal, el cazador, es personajes más consecuente y mejor construido dentro de sus “peculiaridades” y, quizá, en especial gracias a ellas.

Potenciales Evocados. Un Kraven que necesita (más) tratamiento en un capítulo de CSI con personajes outsiders y extremos de muchas maneras; aquí no busquen al Ellis de Planetary, Transmetropolitan o Red, porque ni está ni se le espera.

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