Género. Novela.
Lo que nos cuenta. En el libro Sin tetas no hay paraíso (publicación original: 2005) conocemos a Catalina, que cursa tercer año de bachillerato en su colegio colombiano y sueña con tener cosas que el poder
adquisitivo de su familia no permite, pero que sí pueden ser financiadas por el
narcotráfico, siempre ávido de carne fresca para las camas. Por desgracia, y
a pesar de que en su entorno resulta muy fácil acercarse a esos delincuentes,
su talla de pecho no la hace apetecible para sus gustos, por lo que una operación
de implantes mamarios es el primer objetivo de Catalina, para poder después
llegar donde desea.
Mi opinión. Curiosidad inimaginable para los más ajenos a la subcultura que
retrata (desde puntos de vista geográficos o socioculturales), pero pan de cada día para muchos otros, también, el libro acerca al lector
a un entorno parido a golpe de balas, rayas y narcotoyotas que destrozó en buena
parte la realidad social (y económica) de un país y dejó un rastro que, de una
forma u otra, perdura hasta nuestros días, de buen ritmo, con uso de localismos
que ambientan muy bien, pero que son comprensibles por completo para cualquier
lector, lleno de sexo (como no podía ser de otra forma) tratado con arte y pertinencia, crudo y sin efectismos, con muchas formas de tristeza
entre sus páginas para ofrecer un drama urbano actual (aunque localizado,
recuerden) de formas simples y contenidos que no lo son.
Destacado. Aunque parezca ficción, no lo es y lamento asegurarlo.
Potenciales Evocados. Fabula marimbera que, por
desgracia, no ha conseguido extender su moraleja.