-Lea lo que contaron y, también, lea entre líneas.-
Edición en español (2016) |
Lo que nos cuenta. El libro Los muchachos de zinc (publicación original: Цинковые мальчики, 1989) ofrece testimonios (editados,
colocados y organizados por la autora, quien también aporta el suyo para dar
sentido narrativo general a todo el trabajo) de participantes en la guerra de Afganistán o de sus familiares
directos, que forman un mosaico de cómo fue la guerra, cómo se vio desde la
URSS y cómo afectó a los que intervinieron en ella con muy distintas funciones,
cargos, puestos y tareas.
Mi opinión. Libro muy destacado entre aquellos que eligen un
formato narrativo similar, tanto por el acierto (arte, sería más preciso) con
el que se usa la herramienta “documental” como por la óptica desde la que se
ofrecen los contenidos, lleno de horror sin la intención de horrorizar y
sí de mostrar, igual que lleno de tristeza sin la intención de entristecer
y sí de mostrar, con otra voluntad (diría yo, además de la testimonial) que mira al pasado (una más actual, mucho más, con algo de preventivo para
quien quiera darse por avisado), un tratado de psicología del combatiente sin
pretenderlo, otro de manejo del duelo sin pretenderlo tampoco, más realista que
duro, lleno de emociones y que no se olvida.
Destacado. La parte final, la de los problemas legales tras
su publicación original, las demandas y todo lo que se intuye “detrás”: creo
que daría para un libro propio.
Potenciales Evocados. Mucho más dura y actual en
los sociopolítico que La guerra no tiene rostro de mujer (y con
menos sensaciones de “repetición” concreta); la versión seria, sucia, de
alcance y realista de lo que intentan libros como Un mundo en guerra (cambiando el
escenario, por supuesto).