Género. Relatos.
Lo que nos cuenta. El libro Drácula (publicación original: 2008) está compuesto por siete relatos (y una ilustración a doble página a cargo
de Santiago Sequeiros) de otros tantos autores, con Fernando Marías como editor, de
edición más que cuidada (de verdad, mucho y bien, enhorabuena), en una
antología (como la de Frankenstein y el Hombre lobo se engloba en la serie Ternura para los monstruos) que nos ofrece
muy diferentes visiones de Drácula, y de todo lo que rodea a la figura,
mediante trabajos de distinto estilo e intencionalidad que, en todos los casos,
van mucho más allá del vampirismo.
Mi opinión/Destacado/Potenciales
Evocados.
- Vampiros en
Weimar (Ricardo Menéndez Salmón): extraño (desde lo atractivo) cruce de
filosofía influyente y de un secundario de la trama de Drácula, rápido de leer
y disfrutable.
- El relevo (José María Merino): vuelta de tuerca a la razón de ser de los cazavampiros, que
mezcla sensibilidad personal con ambiciones y destinos.
- Carta dirigida
a las novias de Drácula encontrada por el doctor Van Helsing en su castillo
(Carmen Posadas): La versión “culta”, con alguna que otra deriva punzante, de
situaciones, trucos y recursos de El año de Drácula.
- El príncipe de
las tinieblas (Gustavo Martín Garzo): “vampirismo” en cierta forma, pero más un
relato sobre cómo la gente recuerda (y afronta) las cosas a su manera para, en
definitiva, poder afrontarlas.
- Te prohíbo
contarlo (Raúl Guerra Garrido): mezcla extraña de recuerdos iniciáticos,
violencia escondida en la psique y añoranza de otras épocas personales.
- Aquella
paradoja infernal de su destino (Cristina Cerrada): acercamiento al
“vampirismo” desde visiones más realistas y modernas, a la psique enferma y
peligrosa que “maquilla” todo (y de paso lo hace también para conseguir el
juego con el lector).
- Alina (Eduardo Lago): un trabajo llamativo gracias a varias cosas, por ejemplo su aparente
sencillez narrativa que solo puede ser fruto de un gran trabajo técnico para
que parezca así, sus tonos Neil Gaiman en muchos momentos o las derivas que
ofrece al lector a la hora de rellenar sus huecos (voluntarios, estoy seguro),
para ofrecer un relato atractivo.