miércoles, 10 de abril de 2019

RELOJES QUE NO MARCAN LA MISMA HORA. Varios autores


-Un vistazo a la ciencia ficción colombiana mediante algunos de sus trabajos cortos actuales.-

Portada del libro Relojes que no marcan la misma hora, de varios autores 
Género. Relatos.


Lo que nos cuenta. El libro Relojes que no marcan la misma hora (publicación original: 2017) es el primer tomo de los dos que componen una antología de ciencia ficción colombiana. Con Rodrigo Bastidas como responsable de la selección y autor del prólogo (que tarda un poco entrar en materia, pero termina por dar una visión bastante sensata, realista y honesta del panorama en Colombia respecto al género), en este tomo se presentan relatos que toman Colombia como espacio narrativo explícito o implícito y relatos que exploran el transhumanismo, la evolución y las relaciones entre carne y tecnología.


Mi opinión/Destacado/Potenciales Evocados.


   - Eufóricos Caminantes Nocturnos (Luis Carlos Barragán): potente inicio de la antología que pone el listón bastante alto (demasiado para otros relatos, diría yo), mezcla de ciencia ficción fantástica, horror y realidades de Colombia desde un simbolismo imposible de malinterpretar, tan sensible como implacable, y un cuidado técnico llamativo.


   - Su reflejo en la ventana (Cristian Romero): Realidad virtual, (des)esperanza, telenovelas y alteraciones en la percepción del yo dentro de un trabajo que podría transcurrir en otras sociedades, no solo la colombiana.


   - Simulador de vida orgánica (Andrea Salgado Cardona): relato cuya primera versión ya tuvo cierto reconocimiento diez años atrás, tecnodistopía algo confusa pero atrevida, muy localizada mediante sus decisiones estilísticas y expresivas.


   - El milagro de Barcelona (Juan Diego Gómez Vélez): texto ambicioso pero quizá no exitoso por lo alargado del asunto sin que la densidad real que muestra lo permita, ciencia ficción fantástica con un toque, si se quiere buscar, de crítica social y religiosa.


   - Sangre Correr (Laura Rodríguez Leiva): la autora del estupendo relato Karen, del que ya hemos hablado en el blog a comienzos de año, vuelve a llamar la atención con un trabajo que, como ella misma comenta, trae lo fantástico a la cotidianidad mediante Mabel, una muchacha muy particular en cuanto a sus circunstancias, habilidades y naturaleza.


   - Rally llanero (Luis Cermeño): breve, exótico en decorados, sustantivos y adjetivos, sin sorpresas en cuanto a sus derivas sobre explotaciones y comportamientos (necesarios para los personajes) que casi parecen postapocalipticas (sin serlo en absoluto).


   - Sueño con lampreles (Humberto Ballesteros): cultivo alienígena en un planeta lejano, convicta a cargo de la plantación y unos frutos con ideas propias.


   - 25 kilos de sobra (Carlos Ayala): otra clase de posthumanismo y explotación, que bordea el splatterpunk pero desde la ciencia ficción.


   - Huitaca (Koryna C. González): distopía, nanobots, sexualidad e identidad en un relato que, tal vez por alargado, queda bastante diluído.


   - Un hueso de ratón en la madriguera (Boris Alexander Greiff Tovar): otra distopía, también de clase bio y con intento de olvidar el pasado, que abusa de localismos en un comienzo y da muchas explicaciones después.


  - Discriminación genética (Enrique Patiño): otra distopía más, política, discriminación, populismo y demasiadas explicaciones directas que hubiesen quedado mejor si hubieran sido metidas con más arte narrativo.


   - Martín (Diana Catalina Hernández): relato que juega con herramientas de horror para ofrecer un texto agobiante (a niveles relativos).

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