-Un vistazo a
la ciencia ficción colombiana mediante algunos de sus trabajos cortos actuales.-
Género. Relatos.
Lo que nos cuenta.
El libro Relojes que no marcan la misma hora (publicación original: 2017) es el
primer tomo de los dos que componen una antología de ciencia ficción
colombiana. Con Rodrigo Bastidas como responsable de la selección y autor del
prólogo (que tarda un poco entrar en materia, pero termina por dar una visión
bastante sensata, realista y honesta del panorama en Colombia respecto al
género), en este tomo se presentan relatos que toman Colombia como espacio
narrativo explícito o implícito y relatos que exploran el transhumanismo, la
evolución y las relaciones entre carne y tecnología.
Mi opinión/Destacado/Potenciales
Evocados.
- Eufóricos
Caminantes Nocturnos (Luis Carlos Barragán): potente inicio de la antología que
pone el listón bastante alto (demasiado para otros relatos, diría yo), mezcla
de ciencia ficción fantástica, horror y realidades de Colombia desde un
simbolismo imposible de malinterpretar, tan sensible como implacable, y un
cuidado técnico llamativo.
- Su reflejo en
la ventana (Cristian Romero): Realidad virtual, (des)esperanza, telenovelas y
alteraciones en la percepción del yo dentro de un trabajo que podría
transcurrir en otras sociedades, no solo la colombiana.
- Simulador de
vida orgánica (Andrea Salgado Cardona): relato cuya primera versión ya tuvo
cierto reconocimiento diez años atrás, tecnodistopía algo confusa pero
atrevida, muy localizada mediante sus decisiones estilísticas y expresivas.
- El milagro de
Barcelona (Juan Diego Gómez Vélez): texto ambicioso pero quizá no exitoso por
lo alargado del asunto sin que la densidad real que muestra lo permita, ciencia ficción fantástica con un toque, si se quiere buscar, de crítica social y
religiosa.
- Sangre Correr
(Laura Rodríguez Leiva): la autora del estupendo relato Karen, del que ya hemos
hablado en el blog a comienzos de año, vuelve a llamar la atención con un
trabajo que, como ella misma comenta, trae lo fantástico a la cotidianidad
mediante Mabel, una muchacha muy particular en cuanto a sus circunstancias,
habilidades y naturaleza.
- Rally llanero
(Luis Cermeño): breve, exótico en decorados, sustantivos y adjetivos, sin
sorpresas en cuanto a sus derivas sobre explotaciones y comportamientos
(necesarios para los personajes) que casi parecen postapocalipticas (sin serlo
en absoluto).
- Sueño con
lampreles (Humberto Ballesteros): cultivo alienígena en un planeta lejano,
convicta a cargo de la plantación y unos frutos con ideas propias.
- 25 kilos de
sobra (Carlos Ayala): otra clase de posthumanismo y explotación, que bordea el
splatterpunk pero desde la ciencia ficción.
- Huitaca (Koryna C. González): distopía, nanobots, sexualidad e identidad en un relato que, tal
vez por alargado, queda bastante diluído.
- Un hueso de
ratón en la madriguera (Boris Alexander Greiff Tovar): otra distopía, también
de clase bio y con intento de olvidar el pasado, que abusa de localismos en un
comienzo y da muchas explicaciones después.
- Discriminación
genética (Enrique Patiño): otra distopía más, política, discriminación,
populismo y demasiadas explicaciones directas que hubiesen quedado mejor si
hubieran sido metidas con más arte narrativo.
- Martín (Diana Catalina Hernández): relato que juega con herramientas de horror para ofrecer
un texto agobiante (a niveles relativos).