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jueves, 6 de julio de 2017

LA CREMA DE LA CIENCIA FICCIÓN. Varios autores

Portada del libro La crema de la ciencia ficción
Edición en español (1999)
-Muy variado, en todos los sentidos.-

Género. Relatos.

Lo que nos cuenta. El libro La crema de la ciencia ficción (publicación original: Top Science Fiction 1, 1984), con el subtítulo Los mejores cuentos elegidos por sus autores, ofrece veinticuatro relatos de ciencia ficción recopilados por Josh Pachter tras mandar una carta a más de cien escritores vivos (en su tiempo) pidiéndoles el mejor relato que hubieran escrito (o su preferido o el que sintiesen como más representativo) junto con una introducción escrita de su puño y letra. No todos respondieron pero, con los que lo hicieron, publicó esta antología que nos llevará a conocer, entre otros, un astronauta condenado que graba un mensaje, una distopía en la que los sentimientos son usados de forma muy diferente a la nuestra, un viaje a Venus muy particular, el hundimiento del Titanic, un intento de manipulación alienígena, una casa automática o un veterano conductor de coches con una misión.

Mi opinión/Destacado/Potenciales Evocados.

   - Todas las lágrimas del mundo (Brian W. Aldiss, 1956): dos cuentos en uno, ambos distopías, porque primero parece que va hacia un destino y después nos encontramos con otro, curioso de leer por el trasfondo intuido.

   - La última pregunta (Isaac Asimov, 1956): uno de los relatos relacionados con Multivac, diferentes momentos del futuro, algo de física, ecos del Génesis y Asimov gustándose (como casi siempre, ¿no?).

   - Los hombres que asesinaron a Mahoma (Alfred Bester, 1958): trabajo del que ya hablamos aquí, humor fino que desde una realidad cotidiana nos lleva los viajes en el tiempo, con una explicación “fantástica” de una potencia humanista enorme.

  - Una pequeña amabilidad (Ben Bova, 1983): trabajo sobre la influencia extraterrestre en nuestra sociedad (y economía, política, etc...) que puede hacer pensar en lo que algunas multinacionales manejan en algunos países.

   - Vendrán las lluvias suaves (Ray Bradbury, 1950): uno de los relatos potentes de la antología que, como fue tan habitual con Bradbury, ofrece una cosa para hablar de otro asunto, sensible, simbólico y logrado.

  - Los totalmente ricos (John Brunner, 1963): trabajo que maneja uno de los conceptos recurrentes en la obra del autor (los manejos secretos de los privilegiados, en distintos sentidos), que alarga un poco la idea central y que, llegado un momento, podría forzar sentimientos.

   - Combustión interna (L. Sprague De Camp, 1955): la versión oscura de momentos de Herederos del perisferio, un relato incómodo (virtud) y bastante distinto a la mayoría de la producción del autor.

   - El saltarín (Terry Carr, 1962): aires de Marciano vete a casa al revés y escrito por Bradbury, pero con otro rumbo, con el nombre del autor deletreado de forma incorrecta en todo momento en las correspondientes páginas de la antología.

   - El tránsito de la Tierra (Arthur C. Clarke, 1971): otro de los relatos destacados, crepuscular desde la perspectiva de los pioneros cuya gesta no sale bien, que llega a sonar a Bradbury (pero de forma distinta al anterior).

   - El naufragio (Jack Dann, 1981): ocio futurista “pasado” que se retuerce para abordar ciertas facetas del género humano, pero que no lo hace con especial agilidad.

  - Por qué Johnny no puede acelerar (Alan Dean Foster, 1976): Western de venganza sobre ruedas, que usa unas formas y unas derivas de trama que han quedado un poco atrás, pero no así su fondo.

  - Operación rescate (Harry Harrison, 1967): drama trágico sobre el contacto alienígena y las telarañas en las mentes de algunos terrestres, que transcurre en unos parajes que tardaron años en hacerse habituales.

   - Laberintos (Ursula K. Le Guin, 1975): relato que entra en el grupo de los destacados en la antología, logrado en brevedad, estilo, tema, excusa y en casi todo, de verdad. Léanlo si tienen la oportunidad.

   - Una galaxia llamada Roma (Barry N. Malzberg, 1975): el trabajo más “distinto” de la recopilación, del que ya hemos hablado aquí, que usó formas que ahora son muy actuales en literatura de (sub)género y no en su época porque era poco habitual ver trabajos que mezclasen ciencia ficción, crónica, ciencia y biografía, pero con resultados que no serán del gusto de todos.

   - La nave que cantaba (Anne McCaffrey, 1961): relato que dio origen a una línea narrativa de la autora, narrado con cariño y humanidad cálida dentro de una trama de concepto "hipertecnológico" para su época, que pudo ser el origen sensible de ideas de Justicia auxiliar.

   - El merodeador verde (Larry Niven, 1980): relato que también pertenece a una línea narrativa (La taberna de Draco), muy breve, que propone que los extremófilos de un lugar pueden no serlo, en absoluto, en otro distinto.

   - Un día típico (Doris Piserchia, 1974): otro relato de los destacados, que podría ser la versión sensible e inmisericorde de algún concepto visto en Axiomático, bastante rápido de leer y de interés.

   - El día un millón (Frederik Pohl, 1970): Poshumanismo, diletancia y cotidianidad del futuro narrada con un tonito irónico interesante.

   - Juegos de Capricornio (Robert Silverberg, 1974): un cumpleaños a lo Silverberg, lo que ya debe indicar al lector familiarizado con el escritor que no será un cumpleaños normal, que propone varios tipos de juegos a sus personajes y al lector mientras sugiere que, en el fondo, hay cosas que no cambian nunca.

   - El ingeniero y el verdugo (Brian Stableford, 1975): otro de los relatos que son dos en uno porque, tras lo que parece un ejercicio de conciencia humana frente a una artificial, ofrece un cuento de amenaza/oportunidad exobiológica.

   - Biblioteca de películas (A. E. van Vogt, 1946): trabajo que, a pesar del tiempo en el que fue escrito, no ha envejecido nada y es muy actual por cómo cuenta una trama de realidades alternativas en celuloide.

   - El expreso cósmico (Jack Williamson, 1931): otro relato de otra época y que, a diferencia del anterior, no ha conseguido que su “viaje” espacial envejezca bien.

   - Daisy al sol (Connie Willis, 1979): tratamiento muy humano, en la extensión más surrealista, irreal e íntima de la palabra, frente al fin del mundo.

   - En el castillo del espejo (Gene Wolfe, 1980): “distopía” (que no se me soliviante nadie, que está entrecomillado) extraña, de esos relatos que son más el viaje que el destino.