Edición en español (1973) |
Género. Relatos.
Lo que nos cuenta.
El libro Relatos que me asustaron (publicación original: Stories That
Scared Even Me, 1967) es una antología de horror con veinticuatro relatos (de longitud
muy variada) y una novela de ciencia ficción (no una novela corta, nada de eso), de traducción pobre en general, que aunque se
comercializa bajo la referencia de Alfred Hitchcock no tiene intervención real del
cineasta en la selección de trabajos sino que esa labor recae sobre Robert Arthur
(autor, también, de uno de los relatos del libro), que no ofrece la
introducción de Hitchcok que sí aparecía en el original, con varios textos
adaptados a la pequeña pantalla (y no necesariamente para la serie de televisión
a la que dio nombre el director de cine), que nos ofrecen, entre otros, el
enfrentamiento (literal) entre peatones y conductores, una criatura que acecha
en la espesura, varios ejemplos de personas que terminan en lugares poco recomendables
(queriendo, pero sin saberlo, o sin querer), el testimonio del superviviente de
una expedición dada por desaparecida, una pareja posapocalíptica muy
particular, una familia perfecta y muerta o el destino que le espera a un
prestamista.
Mi opinión/Destacado/Potenciales
Evocados.
- Fishead (Irving S. Cobb, 1913): horror (para su época, claro, aunque hay que señalar que su
narrativa es más contemporánea de lo que cabría esperar) a medio camino entre
Crónica de una muerte anunciada, pero en versión bayou, y algo parecido
a una criatura de Lovecraft, pero en los pantanos.
- La cámara
oscura (Basil Copper, 1965): relato que, a diferencia del anterior, parece más
anticuado de lo que es en realidad, mientras mezcla la crítica social con la
maldad.
- Una muerte en
la familia (Miriam Allen deFord, 1961): trabajo que, más allá de lo horrible o
tétrico de la situación, ofrece un tipo de tristeza poco común que, incluso,
puede despertar cierta clase de lástima.
- Los hombres sin
huesos (Gerald Kersh, 1954): ciencia ficción disfrazada hasta el final, bastante
Pulp y que bordea lo surrealista en bastantes momentos.
- Sin un ruido
(Damon Knight, 1949): trabajo incómodo (punto para el autor por lograrlo) según
despliega sus efectivos, breve y efectivo.
- La fiesta de cumpleaños
(John Burke, 1965): matonismo infantil manejado con intención.
- La equis señala
al peatón (Fritz Leiber, 1963): distopía sarcástica que reparte a diestra y
siniestra contra muchas actitudes sociales de su época, llevándolas al extremo,
pero también de nuestro tiempo.
- La curiosa
aventura de míster Bond (Nugent Barker, 1939): aires a otros tiempos que son
buscados, en cierto modo, para adaptarse a una trama que se ve venir de lejos y
unos tonos que pueden recordar a La leyenda de Sleepy Hollow, pero más “humorísticos”.
- Dos solteronas
(E. Phillips Oppenheim, 1926): trabajo previsible en lo general, que no en sus
razones particulares, quizá crítico con aspectos de lo sentimental y unos tonos
british intensísimos.
- El cuchillo
(Robert Arthur, 1951): horror de otras épocas, previsible también, que de
refilón nos acerca a una figura criminal que siempre ha tenido mucho atractivo.
- La jaula (Ray Russell, 1959): ironía que a la vez juega con lo que es “fantástico” y lo que
no, de localización exótica dentro de la antología.
- El monstruo
(Theodore Sturgeon, 1951): propuesta mucho más Pulp de lo que Sturgeon solía
ofrecer en sus trabajos más interesantes.
- Casablanca
(Thomas M. Disch, 1967): aproximación curiosa a lo “kafkiano” (sin serlo en realidad) desde premisas de
ficción, de tiempos de la Guerra Fría y con mucha crítica a varios aspectos de
la sociedad de su tiempo (algunos, en realidad, perduran hoy).
- El camino a
Mictlantecutli (Adobe James, 1965): enésima aproximación a la decisión entre el
bien y el mal en el comportamiento de las personas, marcado por sus deseos.
- El guía hacia
el castigo (Ellis Peters, 1965): breve, dinámico, que se ve venir de lejos.
- El estuario (Margaret St. Clair, 1950): eventos sobrenaturales entre barcos abandonados y
saqueadores.
- Dura ciudad
(William Sambrot, 1957): mezcla de surrealismo, ideas preconcebidas y horror
psicosocial.
- El enano (T. H. White, 1935): trabajo raro, trasnochado, que por momentos no parece tomarse en
serio a sí mismo.
- Noche en casa
de Black (Robert Somerlott, 1964): relato con supuesta sorpresa en el giro
final, pero que se ve venir si se ha leído un mínimo.
- La habitación
de los niños (William Wood, 1964): trabajo sobre casa encantada que, sin abandonar
del todo los tópicos al respecto, toma unos caminos algo distintos pero
reconocibles.
- ¡Tan real!...
(Robert Specht, 1966): texto basado en una broma que sale de manera imprevista,
pero que también se ve venir de lejos.
- Viaje a la
muerte (Donald E. Westlake, 1959): localización muy poco habitual (forzada, sí,
pero se puede “comprar”), breve y más horrible por lo que no muestra.
- El amo de los
perros (Algis Budrys, 1966): horror de varios tipos en un mismo texto, que
incluso se acerca a lo sociourbanístico, incómodo de varias maneras.
- El candidato
(Henry Slesar, 1961): trabajo breve y que también se ve venir desde muy lejos.
- El misterio de
las profundidades (John Wyndham, 1953): primera versión de Kraken acecha (que
de unos años hacia acá se conoce también como El kraken despierta), porque se
publicó ese mismo año, pero antes, con este nombre en los USA y con varios
cambios en la trama de la pareja protagonista (incluso se extienden los sucesos
del final con otros rumbos) que no afectan de forma significativa al espíritu del
libro.