-Criaturas
bastante extrañas en un viaje por diferentes localizaciones y tiempos.-
Género. Relatos.
Lo que nos cuenta.
El libro Calabazas en el trastero:
Criptozoología (publicación original: 2017), con prólogo de Jaime Noguera,
ofrece trece relatos que, mediante distintas ópticas de horror fosco, se
acercan al tema de los críptidos para llevarnos a un atolón del Pacífico, a los
Estados Unidos de América de la Guerra Civil pero también al norte de México, a
Mozambique, a Madrid durante el 23-F, a Irlanda, a la República Democrática del
Congo pero también al Congo Belga, a la España visigoda y a la España actual, de
nuevo a los USA pero esta vez a su frontera noroeste en la actualidad y también
en tiempos de la Gran Guerra, al Mediterráneo en tiempos del descubrimiento de
América o al Londres victoriano. Vigésimo cuarto volumen de la serie Calabazas en el trastero.
Mi opinión/Destacado/Potenciales
Evocados.
- Bajo el ruido
de sables (Santiago Aparicio Lara y José Luis Alonso): trabajo con un protagonista
a su pesar y víctima de la obsesión de otro (pero también de la criatura, que
hace su parte).
- El que detiene
los ríos (Francisco José Segovia Ramos): racismo, codicia, egoísmo y
criminalidad que, desde el principio, se ve que no puede terminar bien para
nadie.
- Bitter Bite
(Salomé Guadalupe Ingelmo): trabajo de amable sobriedad que usa el tema de la
convocatoria para homenajear a Ambrose Bierce (tanto en su trama como en algunos
de sus estilismos), narrado con seria calidad y logrado en su objetivo.
- Bajo las aguas
oscuras (Anaïs Bahillo): con horror explícito pero más exitoso en el horror
íntimo que refleja, de atmósferas compactas y que revisa el amor desde prismas
oscuros, bastante oscuros.
- El cuerno de la
pureza (Víctor Villanueva Garrido): combinación curiosa de superstición,
venganza y criatura sobrenatural, de narrativa suave y un final llamativo
por cómo se resuelven las cosas, combinándolo todo de forma “malévola” pero
sensata por completo.
- Ibérrimo de
alcantarilla (Martín Salegui): creepypasta críptido con homenajes a la
convocatoria, un protagonista conseguido en su notable patetismo y un humor
bien combinado con el horror.
- ¡Hasta nunca,
Seinfeld! (Marco Antonio Marcos Fernández): narración epistolar “a la antigua”,
con una voz del personaje principal (el que escribe la carta, claro) lograda.
- Bakemono-ni-Kogarasu
(Mikel Patón): críptido oriental, un Robinson Crusoe también oriental y unas derivas
sin sorpresas pero con un toque apropiado de sentimientos.
- Aprendizaje
(Lisardo Suárez): repetición de criatura pero, igual que el otro relato que usa
el mismo críptido en sus páginas, la maneja como excusa para contarnos otra
historia que va más allá del tema de la convocatoria.
- El alma partida
de las sirenas (Juan Ángel Laguna Edroso): trabajo sólido, sobrio y sensible a
la vez, con un manejo interesante de las emociones del protagonista y cómo son
combinadas con su deber personal.
- La función del
cuerno (Óscar Muñoz Caneiro): otro relato que repite criatura pero la usa como
herramienta para una historia muy triste de fantasmas, sentimientos y repaso de
lo que los padres pueden hacer a sus hijos sin darse cuenta y con la mejor
intención.
- Hipocampo (Antonio Sancho Villar): texto que va más allá de la ficción de los críptidos hasta algo…
“mayor”…, bien localizado en cuanto al tiempo y lugar en el que transcurre.
- J’ba Fofi
(Curro Esteves): uso del críptido para ir hacia otro tipo de horror
sobrenatural (y son varios los relatos que han tomado decisiones semejantes, todo un acierto en mi opinión),
en un texto con cierto exotismo.