Género. Narrativa fantástica.
Lo que nos cuenta.
En el libro Las guerras de hierro (publicación original: The Iron Wars, 1999), el pontífice Himerius se pliega a los deseos de su maléfico señor mientras la hermana
del rey de Astarac viaja a la capital de Hebrion para casarse con su rey, pero
este, igual que su ciudad, sufre las consecuencias de las luchas civiles que
todavía no están extinguidas por completo, mientras el destacamento fimbrio que
se desplaza hacia el este para participar en la defensa frente a la ofensiva de
los merduk recoge a un par de clérigos muy maltrechos y Corfe sigue
consiguiendo victorias limitadas contra todo pronóstico, pero todavía no el
respeto de las élites militares de Torunna, aunque sí los afectos de la reina
madre, Odelia. Tercer libro de la serie Las monarquías de Dios.
Mi opinión. Continuación de la saga que levanta el
vuelo tras la discutible singladura de la segunda parte del volumen anterior (y
cuya línea argumental directa deja para otros volúmenes), de nuevo con brío,
ritmo e interés, que sigue sin hacer uso de las descripción por lo general y sigue
con la coralidad narrativa (aunque en este libro es Corfe quien se apropia de
la parte del león), que lleva en volandas al lector por lo rápido de su lectura,
más interesante en su manejo de las batallas, más
peraltada en lo técnico que los libros anteriores, bastante entretenida dentro de su género y
todo ello a pesar de ser un volumen de desarrollo del nudo de la trama global.
Destacado. El resumen de los volúmenes anteriores que
hay al comienzo, poco habitual en las sagas de (sub)género y bien llevado.
Potenciales Evocados. Fantasía a caballo entre la Edad Media y la Edad Moderna, o dicho de otra manera, una Europa (más) desunida que
la de nuestra historia medieval frente al ascenso expansionista de la Sublime Puerta, sufriendo un cisma tan religioso como político y con la acción soterrada de fuerzas sobrenaturales;
ya no se ve a Robin Hobb y sí tal vez a Daniel Abraham más operativo y con más nervio, o Jim Butcher menos YA, pero
con destacables tendencias Bernard Cornwell en lo puramente bélico.