-El Eje escribió una
partitura y los Aliados acabaron interpretando la obra, al menos la mayoría de
sus movimientos.-
Edición en español (2003) |
Género. Historia.
Lo que nos cuenta. El libro La guerra
que había que ganar (publicación original: A War to Be Won: Fighting the Second
World War, 1990) es una monografía sobre la Segunda Guerra Mundial
desde una perspectiva eminentemente militar, en el sentido más amplio de la
palabra.
Mi opinión. Excelente trabajo que
argumenta, analiza e incluso critica los eventos desde la visión más militar del
conflicto, pero que no ignora otros aspectos del mismo (se limita a
tomarlos como una referencia más y los usa en función de su pertinencia, o
no, para aquello que quiere contar). Aunque la tarea de síntesis y concreción
no es fácil en esta propuesta, los autores lo consiguen, y además nos lo
narran desde todos los órdenes de perspectiva de mando, del estratégico al
operacional, si bien con especial énfasis en el táctico.
Más ilustrativo que
descriptivo, claro y ameno dentro lo posible, mordaz en ocasiones (al borde de
la insolencia en algún momento, pero no sé si a un lado u otro de ese borde) el
libro se desarrolla desde la idea de un conflicto que no fue ni por territorios
ni por recursos y que, a pesar de la intensidad del sufrimiento que podría llegar
a causar, tenía un desenlace inevitable desde el principio tal y como se
planteó. Los escritores no especulan con explicaciones y sí te detallan
razones.
Hay que decir que si se
explora el libro con espíritu crítico y detallista habrá pequeños puntos que
generarán algún debate de salón, pero nada importante en realidad. Y además hay
que señalar que el punto de vista más humano del conflicto y de los implicados
se tiene que suponer, pero es una de las consecuencias de esa perspectiva en la
que predomina lo militar a la que aludía al principio.
Destacado. El posicionamiento de
los autores es muy claro, pero no excluyente.
Potenciales evocados. La descripción
sarcástica de Indro Montanelli de algunas personalidades, pero no abundan mucho las
descripciones en este libro; nada que ver con Paul Carell en el relato de las
operaciones; puntos en común con la propuesta de Robert M. Citino, pero sin citas; ni
rastro del lado humano de Max Hastings o Antony Beevor.