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miércoles, 28 de noviembre de 2018

VISIONES PELIGROSAS III. Varios autores



Portada del libro Visiones peligrosas III, de varios autores
Edición en español (1983)
-De los tres tomos, el más irregular.-

Género. Relatos.


Lo que nos cuenta. El libro Visiones peligrosas III (publicación original: Dangerous Visions, 1967) es la tercera parte de una famosa antología, que en español se publicó en tres volúmenes como su edición de 1969, y que en la actualidad todavía se valora bastante, por más que el tiempo le haya pasado cierta factura, debido a la naturaleza del proyecto (pueden saber más aquí), con el recientemente fallecido Harlan Ellison como responsable de la selección, del proyecto y de la introducción (que en este volumen es muy breve y habla de las implicaciones futuras de la antología), pero también del comentario al inicio de cada uno de los relatos (que, al final, tienen comentarios de sus propios autores). La primera parte es Visiones peligrosas I y la segunda Visiones peligrosas II.


Mi opinión/Destacado/Potenciales Evocados.

    - Si todos los hombres fueran hermanos, ¿dejarías que alguno se casara con tu hermana? (Theodore Sturgeon): la búsqueda del planeta Vexvelt que, por razones desconocidas, queda siempre de cualquier registro o documento, lleva a Charli Bux a conocer una cultura “diferente”. Trama que, tanto en su momento como ahora, constituye una visión peligrosa clara por el tema de fondo que trata (y cómo lo trata en cierto monólogo) pero, en realidad, el tema de fondo es (en opinión de este lector) solo una excusa para hablar de cualquier asunto cuya bondad o negatividad intrínseca es ajena a la visión general de la sociedad.

    - ¿Qué le ocurrió a Auguste Clarot? (Larry Eisenberg): la investigación de un periodista sobre la desaparición de un científico trae respuestas inesperadas. Relato extraño, que en la introducción es definido como “simbólico” y, por mucho que lo sea, a este lector le pareció más “insulso” (pero seguro que me equivoco).

     - Erstaz (Henry Slesar): la guerra ha arrasado los USA y los combatientes vagan por el país hasta llegar a Estaciones de Paz donde son acogidos por los civiles. Trabajo muy corto, impactante por lo bien que, dentro de su brevedad y al final, muestra sin decir, exitoso a la hora de transmitir las sensaciones y sentimientos que encierra.

     - Corre, corre, corre, dijo el pájaro (Sonya Dorman): postapocalipsis y T. S. Elliot como referencia, menos de ciencia ficción (por más que el planteamiento de trasfondo sugerido lo sea) y más de horror sensible (pero horror al fin y al cabo), pero un muy buen relato sea como sea.

     - La raza feliz (John T. Sladek): distopía alcanzada mediante una utopía (esas son las buenas, las diabólicas al final del camino de buenas intenciones), en la que la tecnología que debo cuidar de nosotros lo hace, y mucho, y demasiado.

    - Encuentro con un rústico (Jonathan Brand): simplicidad casi (ojo, solo casi) surrealista que mezcla religión y ciencia ficción mediante bienes raíces planetarios en un relato que este lector no termina de entender (ni su concepción ni su presencia en la antología, pero Ellison sabrá).

     - Desde la imprenta oficial del gobierno (Kris Neville): incómoda revisión de los parámetros de la educación infantil de cara al desarrollo de adultos concretos, muy rápida de leer, lograda en lo que intenta mostrar y corta.

     - La Región de los Grandes Caballos (R. A. Lafferty): ciencia ficción fantástica tan dispersa como Lafferty sabe hacer, que supone un país de los romaníes que fue tomado por los alienígenas y que, ahora, es devuelto a la Tierra. Narrado con el estilo Lafferty y, en este caso, con varias historias que crean la trama.

     - El reconocimiento (J. G. Ballard): espectáculo ambulante como en El circo del Dr. Lao pero mucho más oscuro, texto rápido de leer y “extraño” (pero más extraña es la historia del primer relato que Ballard mandó para esta antología, y que no se publicó, y los comentarios al respecto hechos por Ballard y Ellison a lo largo de los años posteriores. Investiguen y verán).

    - Judas (John Brunner): reinterpretación de género de la traición de Judas contra Cristo, que como otros trabajos de la antología se acerca a la religión para, a su manera, criticarla.

    - Prueba para la destrucción (Keith Laumer): en una sociedad distópica, un hombre lucha contra el gobierno mientras, ignorado por todos, una nave alienígena (de características especiales) se acerca a la Tierra. Más allá de sus formas y tonos, poco actuales hoy en día, sí que hay un fondo interesante sobre cómo es el ser humano y cómo funciona aquello de “si quieres conocer a alguien, dale poder y observa”.

     - Ángeles del Carcinoma (Norman Spinrad): Harrison Wintergreen consigue que el cuento de la lechera salga bien y llega muy lejos, pero a los cuarenta años le diagnostican cáncer; acostumbrado a lograr cosas imposibles, decide luchar contra su enfermedad. Trabajo curioso, más “fantástico” que de ciencia ficción (aunque se trate de articular desde ahí), “alucinógeno” y que muestra lo que la obsesión puede causar, más allá del éxito.

   - Auto-da-fe (Roger Zelazny): uno de esos relatos que demuestra que, con independencia de que la trama o la idea sea alocada o increíble, la forma de narrarlo y de transmitir las cosas al lector marcan, por mucho, la diferencia. Que algunas cosas queden en el aire, que el trasfondo solo se adivine y detalles como esos resultan intrascendentes a la hora de valorar un texto tan bien contado, por extraño que sea lo que nos cuenta.

    - Por siempre y Gomorra (Samuel R. Delany): gran trabajo (y gran cierre de la antología) que usa la ciencia ficción como excusa para hablarnos de sentimientos, de la falta de un "lugar propio" y de soledad o, más bien, de cómo algunos la afrontan. Conceptos de ciencia ficción centrados en la sexualidad muy pioneros y valientes, en la época, en un relato que todavía hoy funciona muy bien porque, por desgracia, sigue habiendo rechazo (mayor o menor según barrios; por suerte, en algunos casos no existe y hacia eso hay que avanzar) de sexualidades diferentes a la mayoritaria. Además, y en mi opinión, este es uno de los relatos que reafirmó en su tiempo, de verdad y sin titubeos, la mayoría de edad de una ciencia ficción que se alejaba de una infancia llena de platillos volantes, criaturas pulp y pistolas de rayos, pero también de una adolescencia llena de efectismos.